Metodología de trabajo popular.

Un clásico del cine revolucionario: ‘Sambizanga’ de Sarah Maldoror

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En 1972, Sarah Maldoror filmó una película sobre el arresto arbitrario que empezó la guerra de independencia en Angola. Con su simbología política, su imaginería auténtica y su alegría, Sambizanga es un arma indispensable contra el colonialismo.

En su libro Cine de vanguardia. Instrucciones de uso, Nicole Brenez describe el cine como un arma revolucionaria. Para la teórica francesa, recoger planos y después montarlos no es solamente el ejercicio de contemplar balaceras y derrocamientos, sino una forma de participar en ellos, a veces incluso con literalidad. El cineasta Holger Meins, nos recuerda Brenez, fue parte de la Fracción del Ejército Rojo; Masao Adachi estuvo en el Ejército Rojo Japonés y el Frente Popular para la Liberación de Palestina. Pero, como decía, esta manera radical de involucrarse no excluye el uso de la propia cámara, del lenguaje fílmico, para combatir dictaduras y mercenarios: el cine no es solo formas, conmoción y belleza, sino una posibilidad de enfrentar las opresiones del mundo. Habrá, claro, quien considere que el esfuerzo es inútil, pero es un hecho que la conciencia política de buena parte de los espectadores se forma en las pantallas. Porque sabe que son armas, el Pentágono ha respaldado más de novecientas películas estadounidenses desde 2005 —sin mencionar las ochocientas que ha apoyado el Departamento de Defensa desde 1917—. No es, entonces, un patrioterismo espontáneo de los productores el que coloca tantas banderas estadounidenses y soldados admirables en la franquicia Transformers, sino un deseo voluntario de acumular los corazones y las mentes del público, al que las instituciones bélicas ven como carne de cañón.

La historia del cine politizado es tan vieja como la tecnología cinematográfica porque ningún plano puede desligarse de su contexto: no por nada la primera película mexicana muestra a Porfirio Díaz montando a caballo en Chapultepec. El cine, tradicionalmente caro, empezó como un medio de expresión para inventores-empresarios y así se ha mantenido, pero en muchas ocasiones el ánimo subversivo se ha hecho de los medios de producción —o ha aprovechado los más baratos— para darle a las ideas ese cuerpo inmaterial que solo el cine puede dotar; es decir, los textos de Bakunin, Marx, Fanon, Butler estimulan el pensamiento, pero las películas de Marker, Solanas, Farocki, Sembène, Borden lo hacen visible y de algún modo real porque la poesía cinematográfica, como la escrita, es una forma de mostrar las cosas, manifestarlas como hechos, en vez de solo describirlas.

Así se explica el nombre de Sambizanga (1972), un clásico angoleño de la directora afrofrancesa Sarah Maldoror. En vez de adoptar el título de la novela en que se basa, A vida verdadeira de Domingos Xavier, la película comparte nombre con el municipio que representa —aunque fue filmada en Congo—, donde se llevó a cabo un levantamiento en contra del orden colonial portugués. Más que contar una historia, Maldoror construye un espacio, y en él, una comunidad que se protege del abuso. Los eventos en Sambizanga comienzan con el secuestro en 1961 de Domingos (Domingos de Oliveira), un trabajador que, a pesar de tener una buena relación con su jefe blanco, es recogido violentamente por las autoridades, que lo vinculan con un movimiento revolucionario. Su historia, como su cuerpo robusto, es un tronco del que brotan varias ramas que exploran la fatigante burocracia policial y la solidaridad de una resistencia que, conectada, crea una fuerza caudalosa como la del simbólico río que vemos en el primer y último plano de la película.

Maldoror había estudiado cine en Moscú y después se dedicó a crear una filmografía panafricana, producida en varios países y lenguas del continente. Su trayectoria fue un acto de resistencia y una representación de ello, pero no a la manera del espectacular Gillo Pontecorvo, con quien trabajó como asistente de dirección. A las explosiones y reconstrucciones históricas del director italiano ella opuso una cotidianidad vívida, unos gestos triviales que demuestran la felicidad arrebatada por el abuso colonial. Sambizanga se estrenó hasta después de la independencia en Angola y, si bien no pudo contribuir a la guerra, sintetizó las razones para pelearla y celebró sus sacrificios: es un corolario, pues, que funge como memoria e inspiración para otras luchas.

Sambizanga aparenta un testimonio con sus imágenes de cámara al hombro y el ritmo que sostiene la impresión de eventos reales capturados conforme suceden. Los planos iniciales de trabajadores cargando piedras sin seguridad —en algunos casos apenas vestidos— son al mismo tiempo auténticos y simbólicos de las condiciones de vida bajo el régimen portugués. En otros momentos, Domingos y su esposa, Maria (Elisa Andrade), exhiben la felicidad a pesar del sometimiento: conviven sonrientes en casa, comen juntos un guiso colorido y pasan tiempo con su bebé como si vivieran en el paraíso. Algo hay del neorrealismo de Roberto Rossellini en estos planos, sobre todo cuando la policía viene por Domingos, y Maria corre tras la camioneta que se lo lleva como Anna Magnani en Roma città aperta (1945). Pero a diferencia de aquel personaje baleado por los alemanes, Maria vive para buscar a su esposo en un frustrante periplo acentuado por una canción melancólica.

La música tiene un rol importante aquí; convencional, si se quiere, pero relevante para el sentido de la película. El tema que acompaña a Maria está basado en un poema en portugués de Agostinho Neto, el primer presidente de Angola. “Caminho do mato” contiene imágenes de gente cansada en un camino de arbustos y de un amor que los guía, como a la protagonista en busca de su esposo. Parece un detalle simple, pero se atraviesan la historia, la política y la poesía angoleñas en este gesto que Maldoror coloca para el privilegio único de los espectadores revolucionarios. Tanto les quitó el colonizador europeo que no importa quitarle a él la posibilidad de comprender este símbolo. Quizá sea también difícil de entender el contraste entre la alegría y la opresión que conviven en las imágenes de Sambizanga. El plano de los trabajadores al comienzo es acompañado por la movida canción revolucionaria “U tando-a Mbondo (Deba)” y más adelante unas noticias funestas interrumpen una fiesta, pero los personajes las enfrentan cantando y bailando. En una sociedad aplastada, el gozo es subversivo y equivale al combate; sufrir sería rendirse.

Esto no quiere decir que Maldoror evada las imágenes dolorosas, pero las contrasta con los pocos placeres de sus personajes porque rehúsa al melodrama y la conclusión apática a la que nos llevan las imágenes de martirio: “¿Para qué sacrificarse?”. Sin embargo, negarlas sería deshonesto, y por ello vemos a Domingos torturado para que confiese una actividad en la que nunca queda claro si participó. Al principio lo vemos entregando un panfleto revolucionario, pero fuera de eso es un hombre común y querido que sin razón aparente acaba en una cárcel. Ya aprisionado, la cámara imita los golpes: se sacude junto con el cuerpo de Domingos y se cierra a su rostro para no regodearse en la crueldad, a la vez que comunica al público el impacto de cada golpe. Maldoror culmina en una especie de pietà colectiva con la figura mancillada de Domingos rodeada de prisioneros que lo cobijan y le cantan —de nuevo la música— para acompañar su calvario.

Esta imagen comunitaria resume mucho del comportamiento y el tema de Sambizanga, que describí antes con la imagen de un tronco. Tras el secuestro de Domingos, Maldoror sigue a Maria, pero también a un niño, Zito (Dino Abelino), y su abuelo (Jean M’Vondo), que llevan la noticia del arresto a un miembro del Movimiento Popular de Liberación de Angola y este a otro y aquel a un líder. Todos tienen su espacio como individuos, sus actividades, como pescar, enamorar a una muchacha o discutir que no es el color de piel, sino el dinero y el poder, lo que define el rol de opresor en una sociedad colonial —esto se liga con la manera en que algunos policías negros intentan ser parte de la comunidad sometida ayudando a Maria—; sin embargo, cada personaje es una gota del río furioso que enmarca la película: partículas revolucionarias conectándose, transmitiéndose carga para calentar el todo y explotar. Sambizanga es, entonces, una bomba: explosivo plástico para destrozar los imaginarios indiferentes y el orden aceptado. Cine, pues.

La cineasta Sarah Maldoror

URL de este articulo : https://gatopardo.com/cine/sambizanga-un-clasico-del-cine-revolucionario/

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Antígona en la Amazonia de Brasil, contra la monstruosidad del hombre

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Por Douglas Estevam / Colectivo Cultura del Movimiento de los Sin Tierra de Brasil

Escenificación de la Marcha Interrumpida en la Masacre de Eldorado do Carajás, para la obra Antígona en Amazonia. Foto: Nelson Almeida / AFP

«Muchos son los monstruos, pero nada más monstruoso que el hombre». Esta es una de las frases más conocidas de la tragedia clásica griega Antígona, de Sófocles. La formulación del clásico de la cultura europea se confronta a la realidad brasileña en la versión de Antígona en Amazonia, una producción del MST y del NTGent, grupo de teatro dirigido por el suizo Milo Rau.

En la versión producida en una de las regiones de mayor conflicto agrario y devastación ambiental de la Amazonia, el sudeste de Pará, el texto gana en actualidad. «Nada es más monstruoso que el hombre, que tala los bosques con máquinas, energía y fuego en la búsqueda codiciosa de oro y mineral, que captura la energía de los ríos en represas, que obliga a los hijos de los bosques a olvidar su patria, que llama propiedad privada a los lugares donde vivieron sus antepasados». Estas son algunas de las monstruosidades de los hombres que se anuncian ya en el prólogo de la versión amazónica de la tragedia y que son coreadas por el coro compuesto por militantes del MST.

Con esta nueva obra, Milo Rau se posiciona contra la destrucción planetaria, medioambiental y humana provocada por el modelo de producción capitalista. Relaciona el nacimiento del capitalismo moderno con la colonización europea del continente latinoamericano.

Según Rau, aún hoy, la relación entre Europa y América Latina sigue siendo prácticamente la misma. Se pregunta «¿cómo podemos cambiar la situación de la propiedad que se creó con el capitalismo moderno, que nació hace seis siglos con la colonización? ¿Cómo podemos democratizar el acceso a la tierra y cómo podemos llegar a una conciencia económica y política que esté por encima de la idea de propiedad y explotación?».

Para el director, estamos en un momento de cambio en el que debemos retomar la idea original de economía, en el sentido de hogar, en una concepción de relación entre el ser humano y la naturaleza. Defiende la creación de «otra estrategia de desarrollo humano en oposición a la estrategia del capital, creada por los pueblos de África y América Latina, pero también con EE.UU. y Europa, el desarrollo de otra estrategia de colaboración a nivel planetario».

Laurindo Ferreira da Costa, 63 años, de Maranhão, originario de comunidades quilombolas, militante del MST y uno de los sobrevivientes de la Masacre de Eldorado do Carajás que actúa en la pieza, dice que su motivación fundamental para participar en el proceso fue porque cree «que esto puede venir a contribuir con la Amazonia. Nuestro Movimiento tiene la bandera de una Amazonia viva, y por eso tenemos el proyecto de plantar 100 millones de árboles en 10 años, y en segundo lugar, porque esto va a contar nuestra historia, y eso es lo que defendemos, que nuestra historia de Eldorado do Carajás y muchas otras no se convierta en cenizas, que no se borre nuestra memoria».

Laurindo, superviviente de la masacre de Eldorado do Carajás. Foto: Moritz von Dungern

Maria Raimunda, de la Coordinación Nacional del Colectivo de Cultura del MST, afirma que la obra tiene un significado importante como nueva forma de denuncia y fortalecimiento de la memoria. «Denunciamos muchas masacres, el asesinato de líderes, pueblos indígenas, quilombolas y pueblos tradicionales. La denuncia de todas y cada una de las formas de violencia contra los seres humanos y contra la naturaleza en nuestra región amazónica, vinculada al proyecto de construcción de alternativas, pasa también por el arte y la cultura. El arte y la cultura son dimensiones estructurales de nuestro proyecto de sociedad, lucha y organización», destaca.

La voz colectiva de un teatro político

La concepción escénica de la obra tiene como centralidad el carácter colectivo, el coro, la voz colectiva. Uno de los momentos más intensos del proceso de creación y rodaje fue la recreación de la masacre de Eldorado do Carajás, uno de los temas principales de la obra. La escena se elaboró en varios días de ensayos, construyéndose la reconstitución de los hechos con los propios supervivientes. Esta misma escena se convirtió también en la mística del acto que tuvo lugar en la Curva do S, lugar de la masacre, el 17 de abril.

Más de 500 personas que participaron en el acto acompañaron la escena. Muchos sobrevivientes, también presentes ese día, participaron en el coro final, coreando «qué bendición, decir una última oración, despedirse a su manera, cada grano de tierra en el cuerpo es luz».

Para el director del montaje, el proceso fue muy simbólico: «por primera vez me quedó claro un tema, el nacimiento del teatro antiguo, con un carácter colectivo, con una voz colectiva, que es el coro. En Europa hemos olvidado la conciencia del coro. Nunca había entendido el coro en el teatro europeo. Estudiábamos cómo hablar con ritmo, pero nos preguntábamos por qué. Yo sólo veía individuos en estos coros. Aquí fue la primera vez que entendí que era lógico que el coro, el personaje colectivo fuera el protagonista porque hay un movimiento colectivo, que se reúne, que se organiza en una idea, una utopía política y económica que se encuentra en la idea del coro».

Señalando los límites del teatro guiado por la lógica mercantil, afirma que «aquí creo que el uso del arte es mucho más político de lo que suele ocurrir en los círculos artísticos. Y es una fuerza que se basa en la idea de que queremos estimular la comprensión de algo, que queremos desarrollarnos, y esto lo encontramos en este movimiento, en el MST».

El proyecto contó con militantes que llegaron de diversas partes de Brasil. La joven militante del MST de Santa Catarina, Tisiane Kilian, es un ejemplo. «Tuve que superar ciertos prejuicios que tenía contra la tragedia, contra esta forma clásica de arte. Fue un reto eliminar estos prejuicios. Hoy lo veo como una forma de mantener viva nuestra memoria, de rescatar historias, de provocar situaciones problematizadoras, y esto se debe principalmente a la acción de los militantes del MST», reflexiona Tisiane.

Tisiane Kilian, militante del MST en Santa Catarina y participante del coro de Antígona en Amazonia. Foto: Moritz von Dungern

«Recuerdo nuestras lecturas del texto, nuestras problematizaciones sobre pasajes romantizados, la construcción colectiva. Así que Antígona es un proceso que adquiere una nueva forma y una profundidad estética a partir de la relación con los militantes del MST; se transforma, adquiere un nuevo significado. Para mí, en varios niveles, creo que supera una forma de tragedia clásica que a veces parece elitista, construida y accesible sólo a determinados públicos. En Pará, es interpretada por los Sin Tierra, por los indígenas, por los militantes, por el pueblo, y eso ayuda a superar prejuicios y paradigmas. Esta transformación ocurre porque el MST no es pasivo en este proceso, es activo, transformador y construye Antígona en la Amazonia», comentó la joven.

La obra se estrena el 13 de mayo en el teatro NTGent de Bélgica. Es una fecha de importante simbolismo en Brasil porque marca el «fin», en términos legales y formales, de la esclavitud. Los numerosos casos de trabajadores encontrados en situaciones análogas a la esclavitud que se han hecho públicos recientemente demuestran que aún prevalece la estructura colonial y eslavocrática que conforma nuestra sociedad.

La pieza también irá acompañada de una campaña de denuncia de la actuación de las empresas transnacionales que controlan la producción agrícola en el mundo, por la defensa de la selva amazónica y presentando las soluciones que representa la agricultura campesina basada en la agroecología. Con la obra se promocionarán los productos agroecológicos de las cooperativas del MST. Antígona en la Amazonia será un importante foro de debate para cuestiones centrales de nuestra sociedad y para afirmar que la lucha por la tierra sigue siendo una agenda social, política y ambiental extremadamente relevante.

*Editado por Gustavo Marinho

Traduccion al castellano: T. Deronne

URL de este articulo : https://mst.org.br/2023/04/23/antigona-na-amazonia-contra-a-mosntruosidade-do-homem/

«Petare Norte», crónica de la transformación de la vida popular en Venezuela.

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Desde febrero 2023, el canal comunero Terra TV produce un episodio mensual de «Petare Norte» con subtítulos en francés. Llevado a cabo por el Laboratorio Internacional para el Habitat Popular (LIHP), este novedoso proyecto piloto combina la inteligencia creativa del autogobierno popular (en este caso la Comuna «Vamos con todo» de Petare) con la arquitectura social y participativa como respuesta a los retos de las grandes concentraciones urbanas. El proyecto cuenta con la colaboración del Gobierno Bolivariano de Miranda, así como de otras instituciones nacionales y locales.

La creación del Estado comunal como finalidad de la revolución bolivariana abre la posibilidad de que las organizaciones populares del territorio participen, con voz y voto, en el proceso de toma de decisiones. La estrategia del proyecto del LIHP es la apropiación del territorio, la inclusión de los habitantes en el espacio y en el tiempo, el derecho a vivir que va más allá del simple derecho a la vida y el acceso a la ciudad, entendido en sus dos dimensiones: el derecho a acceder a bienes y servicios y el derecho a participar plenamente en la planificación de la ciudad. Este proyecto será también objeto de un documental producido por Terra TV que se estrenará en 2024.

Tres primeros episodios de la crónica.

En este tercer episodio, se intensifica la participación popular en el «mapeo comunal» :

Voces de alguno(a)s participantes al proyecto «Petare Norte»

« Aprendemos las leyendas, los logos [cartografía comunal], qué es la caminería, dónde están los centros de reunirse, que es la primera vez que uno lo ve así, ahí aprendí. Ahí mismo nosotros hemos tenido el mapa, nos familiarizamos porque ya lo conocemos y vemos nuestras casas primero: “mira, ahí está la casa mía; ahí está la casa tuya” y así.” (Vocero del Consejo Comunal Cuatro Sectores)

 “Esto mismo, yo puedo hacerlo en el Consejo Comunal, puedo hacerlo también. Y, es más, ¿yo no tengo reunión antes? Yo le iba a dar un mapa a cada quien, a los jefes de calle y a cada uno de cada consejo comunal, con su leyenda de todo: los comercios, las viviendas en riesgo. Para que cada quien maneje su información; que, de repente, se para una institución ahí en la calle y ya tengan su conocimiento como vecinos. Que estén todos informados, porque mientras que tú estés informado, a ti nadie te va a “echar cuento”.  (Vocero del Consejo Comunal Cuatro Sectores)

«La plaza no. Prioridad ahí ahorita… ahí, ahí debería de haber un CDI [Centro de Diagnóstico Integral], un espacio para la cultura, un espacio para las reuniones del Consejo Comunal, y lo demás, bueno… se vería a ver qué más se puede meter ahí.” (Vocero del Consejo Comunal Simón Bolívar 1783)

“Un buen vivir es que ahí vamos a tener ¿qué? Una buena vivienda, vamos a tener un colegio, que no lo tenemos; vamos a tener una cancha donde jugar basket, [para] los muchachos [hacer] deporte; donde haya un sitio donde los muchachos hagan lo de la danza, ¿ve? Eso es un buen vivir para ellos, ya se olvidan que si de la droga, que si: “vamos a ir a tomar pa’l bar que está ahí arriba”, porque no, ya ellos hacen deporte y uno los tiene ahí ocupados. Ellos van a ver… Van a estar mejor y van a cuidar lo que les están dando.” (Vocero del Consejo Comunal El Chinchorro)

Petare Norte, que nos tocó esa parte bendecida y ahí hay talento por todos lados. Y bueno, hay material para un espacio para construir (…)” (Vocero del Consejo Comunal Cuatro Sectores)

“Hay mucha mano de obra buena aquí en las comunidades, que no estudiaron, que no se prepararon, pero lo que hace falta nada más es el título, de ingeniero, pero sin título, albañiles, profesionales, de todo, tenemos que tener mucha mano de obra, gente capacitada, preparada, lo único que le hace falta nada más es los estudios, y Petare ha sido una potencia a nivel mundial (…)” (Vocero del Consejo Comunal Cuatro Sectores)

“(…) tu armas una escalera que está en mal estado, tú te caes, se cae el viejito, te caes tú cuando cargas agua. Pero si eso se mejora, la calidad de vida puede estar mejor, si nadie tiene que estar cargando agua, si el agua le llega a todo el mundo por tubería, que la cobren también pa’ que la gente valorice el agua y no malgaste.” (Hombre no identificado, Consejo Comunal Cuatro Sectores)

Texto: Laboratorio Internacional para el Habitat Popular (LIHP)

Videos: Jesus Reyes, TERRA TV

Fotos: Thierry Deronne, TERRA TV

URL de este articulo : https://escuelapopularcineytv.wordpress.com/2023/04/23/petare-norte-cronica-de-la-transformacion-de-la-vida-popular-en-venezuela/