Venezuela en el fondo de los ojos: Carolina Cruz

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La fotógrafa Carolina Cruz (izq.)

¿Cómo vez el rostro de una fotografía revolucionaria en un país sometido durante tanto tiempo y aun hoy a la cultura publicitaria y al marketing político?

Es muy complejo hablar sobre la cultura publicitaria, una de las grandes victorias del capitalismo es su hegemonía desde lo cultural, desde lo simbólico. Desde que tenemos uso de razón estamos siendo bombardeados, los que crecimos en espacios urbanos al menos, por una cultura publicitaria de “lo bello”, lo perfecto y lo estandarizado, eso se ve reflejado en que difícilmente podemos encontrar en la publicidad personas que estén por fuera de los parámetros occidentales de belleza, y las pocas campañas publicitarias que lo han hecho, como Mujeres Reales de Dove y las siempre polémicas de United Colors Of Benetton se enfatizan en el marco de la disrupción y no en una naturalización de lo real, de darle rostros y contexto reales a la estética de la publicidad.

A todo este marco global, Venezuela evidentemente no ha escapado, sin embargo, hay un antes y un después en la visibilización de las personas comunes que está marcado por el inicio de la Revolución Bolivariana, esto no pasó obviamente desde la publicidad, comenzó a pasar desde la propaganda impulsada por una decisión política de darle rostro a esa masa que, para la derecha dueña de los grandes emporios de comunicación en el país, siempre fue amorfa.

Este acto de visibilizar a los eternos invisibles, que es difícil en cualquier contexto, se hace aún más cuesta arriba en Venezuela, un país que tiene 20 años empujando la disputa entre un mundo hegemónico, unipolar y un mundo multipolar. Todas las herramientas comunicacionales que tiene el capitalismo (las tradicionales y las que precisamente están en desarrollo y prueba) están puestas para mentir, invisibilizar y manipular, o darle exposición a los aciertos y errores de la Revolución Bolivariana en la construcción de la misma como una dictadura, un modelo de gobierno fracasado o un proyecto económicamente inviable. Un ejemplo concreto y oportuno de lo anterior es el informe de la Alta Comisionada de la ONU, Michelle Bachelet, que desaparece del panorama los muertos ocasionados por la violencia opositora, “eliminando” así no sólo los hechos en sí mismos, sino la existencia de todo un grupo poblacional que se arropa bajo la bandera del Ser Chavista

La derecha tiene una inmensa experiencia en usar la fotografía como herramienta de marketing, tanto comercial como político, ejemplo de esto son las cientos de fotos con una excelente calidad técnica que surgieron durante las guarimbas, fotos que con una estética muy marcada glorificaban la violencia fascista y la disfrazaban de lucha libertaria; la fotografía tiene ese poder. Retomo esto porque nos lleva a un punto neurálgico relacionado a este tema de la fotografía ¿a qué tributa? Una fotografía revolucionaria debe servir para deconstruir los falsos relatos que genera la derecha, pero también para construir nuestro discurso, para afianzar nuestro sistema de valores, nosotros, en esta disputa cultural debemos tener claro, más allá de nuestra necesidad expresiva como individuo/as, a qué contribuyen nuestras imágenes.

Particularmente soy militante de una organización política, hago parte de su equipo de comunicación y gran parte de las fotos que realizo sirven para construir productos comunicacionales que nacen de una línea política generada, o por una coyuntura, o por la búsqueda de un proyecto estratégico; cuando batallamos con un enemigo tan poderoso como el capitalismo tenemos que tener claro para qué hacemos las cosas , una estrategia a seguir. Creo que la fotografía tiene que ser parte de un “marketing político” al servicio de las masas, de las luchas de la gente. Para que esto sea efectivo, para que tribute de forma concreta a la lucha por una sociedad realmente justa, tenemos que formarnos, tenemos que buscar superarlos en calidad, ser lo que el capitalismo llamaría “competitivos” y constantemente innovar, tenemos que capacitarnos técnicamente y tener como objetivo disputar de forma concreta y sistemática en el campo al que nos ha llevado la hegemonía del capital.

Veo el rostro de la fotografía revolucionaria como una herramienta al servicio de lo común, una herramienta poderosa para disputar un proyecto en el imaginario colectivo, creo que para que la fotografía sea un hecho revolucionario debe trascender esa concepción burguesa del arte como un proceso individual y abrazar el hecho colectivo; debe sentirse y entenderse como un proceso colectivo. La revolución bolivariana necesita de todos y todas desde sus potencias y habilidades, y los que tenemos de alguna forma manejo de herramientas comunicacionales debemos ponerlas al servicio de las luchas de la gente.

Si la fotografía es una relación con el otro, con la otra, ¿qué has aprendido de los y las campesinos/as?, ¿han modificado tu forma de trabajar, de pensar tus imágenes?

Es una pregunta muy interesante, hay distintas situaciones en las que hacemos fotos, en algunas nos conocemos a las personas que retratamos, en otras sí, particularmente las personas a quien mayormente fotografío son compañera/os de militancia, a alguna/os lo/as conozco con anterioridad y a otro/as no, pero por lo general tengo una idea o tengo la posibilidad de saber cuáles son sus historias y en varias ocasiones comparto unos días con ella/os en su cotidianidad y, esa convivencia siempre hace que veamos a la gente desde otro lugar, normalmente el lugar termina siendo el afecto y la admiración.

Yo podría mencionarte muchísimas cosas concretas que he aprendido sobre la siembra, el cuidado de la tierra y los animales, pero creo que lo más enriquecedor ha sido el ver como se materializa la constancia, el desprendimiento y la voluntad de las personas en una lucha. La historia de la lucha por las tierras está plagada de grandes dolores, de carencias, muchas veces de desamparado y menosprecio, sin embargo, todo eso termina encontrando salida transformadora en la enorme, incuantificable dignidad que se proyecta en nuestros campesinos y campesinas, esta dignidad y este tesón termina por dejarme a veces plantada en una encrucijada mayormente estética: a veces las situaciones, la necesidad política plantea que compongamos dentro del visor las carencias y el dolor, sin embargo el/la campesino/a difícilmente se percibe a sí mismos/as como una víctima, como un sujeto gris, más en Venezuela donde el sentido del humor está presente aún en las situaciones más tensas. Entonces, ésa imagen de dignidad, (uso mucho la palabra dignidad porque es mi asociación inmediata a los hombres y las mujeres que luchan por la tierra) me hace querer retratarlos como yo los veos y como percibo que ellos se sienten, como un grupo lleno de energía y alegría.

Hay situaciones en las que prevalece la tristeza y la frustración, he tenido que acompañar entrevistas a personas cuyos familiares, amigos o compañeros de lucha fueron asesinados por el sicariato asociado a las mafias agrarias y a veces, es difícil no sentir que se irrumpe en un momento que debería ser íntimo; ese respeto a la humanidad de los/as compañeros/as y las personas que retrato siempre está presente en la forma en que trabajo, en que compongo. En consecuencia, debo aclarar que mi relación con los y las compas no ha modificado mi forma de trabajar; la han determinado. Tengo el privilegio de estar formándome como fotógrafa (siento que es un proceso constante en el que apenas inicio) acompañando estas luchas y eso ha sido determinante en mi formación ética y en las decisiones estéticas.

¿Cuáles son tus proyectos o sueños como fotógrafa, como mujer, como ciudadana?

Creo necesario agregar a tu planteo una arista que termina siendo el aspecto cohesionador de la fotógrafa, la mujer y la ciudadana. Esta arista es la persona militante; crecer con Chávez (cuando Chávez asumió yo tenía cinco años), ser una de las tantas hijas de la revolución bolivariana y ahora ser militante de una organización con construcción concreta y horizonte político, hace que cada aspecto de mi vida, presente y futura, se mire a través del cristal de la militancia por un mundo más justo y humano. Como fotógrafa, mujer y militante aspiro acompañar con mi trabajo tantas luchas, tantas personas y tantos espacios invisibilizados como sea posible y contribuir a la construcción de una nueva geometría del poder que siga avanzando en la profundización de una Latinoamérica humana, soberana, igualitaria , unida y en paz.

Fotos de Carolina Cruz

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